-
¿Donde vas tan arreglada?, ¿vas de fiesta?.- Pregunta la niña mirando a su
madre cuando esta va a salir a visitar a un cliente.
Mi
hija me controla y examina cuando estoy
a punto de salir por la noche, así que
tengo que ir desarreglada y dejada para que no me diga nada, como si fuera a
buscar cualquier cosa de última hora.
Tengo
un cliente al que le gusta que llegue toda mona, pintada, con faldita y tacones. Un día me presente con vaqueros y chaqueta de chándal.
-
Pero... ¿cómo vienes?- Me dijo al abrir la puerta - ¿Qué te ha pasado? - Como
preguntándome si me habían asaltado o había tenido un accidente o vete a saber
qué.
-
No me voy a cambiar en el coche, hace mucho frío.- Le conteste, era
invierno y me habría constipado seguro. Le tuve que explicar por que iba así mientras el gesticulaba
como quien no lo entiende.
Es
un cliente que lo tiene todo perfecto, todos los muebles a juego, todo del
mismo color, cada cosa en su sitio. La casa impecable, siempre en orden, sin
una mota de polvo. La vida perfectamente programada, sabe lo que tiene que
hacer durante todo el día.... si no es asi le puede dar algo. Y por eso
era imperdonable que yo no llegara impecable, perfecta, siguiendo el guión. En
su agenda marca mí hora de llegada, los tiempos de acción….
En
una ocasión le pregunte de que haría si le robaran el coche y cuando
lo fuera a buscar para ir a trabajar no
lo encontrase.
- Por eso tengo un garaje.- Me contesto.
- Por eso tengo un garaje.- Me contesto.
-
Y si no arranca - le volví a preguntar.
- Eso nunca me ha pasado - respondió.
- Eso nunca me ha pasado - respondió.
-
¿Y si te pasa? - Insistí.
Y ahí él se quedo en blanco y preocupado.
Y ahí él se quedo en blanco y preocupado.
Era
para verle la cara.
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