-¿Te acuerdas del viejo dicho de que una mujer
tiene que tener tres animales?
-Si, a ver… ¿cómo era?
-Pues que cada mujer tiene que tener tres animales: un
mustang en el garaje, un león en la cama y un cabron que lo pague
todo.
- Jaja, si, ahora me acuerdo.
-Pues yo tengo tres animales: el coche que tengo es más
bien un caballo viejo, mi marido es una especie de vaca y un gato que es un
gato. Ah, y yo que trabajo como una cabra para pagar todo eso, jaja.
-Vaya, pues los míos son más bien todos cerditos, a
excepción del coche que es como camello, anda despacio y encima escupe aceite, ah y la
niña que es una especie de dinosaurio, jaja.
-Pues no sé que es peor, tía, tu caso o el mío,
jaja.
Sonó mi teléfono. Un cliente de los habituales quería
venir a verme.
-Oye, ¿quieres recordar los viejos tiempos? Ahora quiere
venir uno, que lleva como dos años pidiendome una amiga.
-No sé, es que hace tiempo que no hago eso. Además mi
marido…
- Anda ya, tu marido no sabrá nada de eso y el dinero
nunca sobra, venga di algo que el cliente está esperando.
-No se…
Yo ya estaba contestando al cliente:
-Sí, mi amiga que es guapísima si quieres esta aquí
ahora...
El cliente feliz aceptó la propuesta y dijo que en
veinte minutos estaría en mi casa.
-Ay, no se… -seguía mi amiga con su rollo. Yo mientras
tanto le estaba buscando algo sexy en mi
armario.
-Anda ponte esto, seguro que te irá bien –dije yo y le
acerqué una picardía roja y unos zapatos de tacón altísimos a juego.
Se lo puso repitiendo sus “no ses”, se miró al espejo y
dijo:
-Yo tenía uno parecido cuando trabajaba en el club,
ahora ya no tengo nada de esa ropita tan sexy.
Pasada media hora estábamos en la cama los tres
revolcandonos. Me venían recuerdos de nuestro trabajo juntas y lo bien que lo
pasábamos. La amiga en principio estaba nerviosa, pero después se dejó llevar y
empezó a disfrutar. El cliente más feliz que el dios, solo repetía: “Estoy en el
paraíso, estoy en el paraíso” y a veces hacia ruiditos parecidos a “Oink
Oink”.
Cuando se fue el cliente, la amiga se sentó triste en la
cama y me dijo:
-¿Y ahora qué? ¿Ahora como le voy a mirar a los ojos a
mi marido?
-Pues con la misma cara de siempre. Todos tus nervios y
pensamientos solo están en tu cabeza, no se ven, ni en tus ojos ni en tu cara.
Así que relájate y sigue igual que antes.
-Buah, no se… - empezó ella otra vez.
-No seas tonta, por una vez ¿en cuántos? ¿en diez años?,
en vez de trabajar como una cabra te lo has pasado como una reina y encima has
cobrado…
cuando vuelva tu amiga llamame
ResponderEliminar¡Perfecto! Faltaba el "cabrón" que lo paga todo. Nos veremos los tres...
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