martes, 30 de junio de 2015

EL AVENTURERO Y EL CAZADOR


—Tengo ganas de una aventura, hace tiempo que no lo hago en el coche —me dijo el Aventurero.
—Buah, no sé, no me gusta mucho la verdad, pero bueno, por ti lo hago.
—Vale, perfecto, yo conozco un sitio muy tranquilo. ¿Puedes llevar un vestido corto, sin sujetador ni bragas?
—Veré que puedo hacer.

Subíamos en el coche por una carrerea de tierra llena de piedras hacia las ruinas del castillo abandonado. Su impaciencia por llegar cada vez era más evidente. De vez en cuando desviaba la vista de la carretera a mis piernas apenas cubiertas con el vestido azul, después subía la mirada hacia el pecho que sobresalía del escote tipo palabra de honor antes de volver a mirar la carretera. Casi podía ver como se le caía la baba y la volvía a succionar hacia dentro.
Por fin llegamos al sitio escogido, las ruinas eran muy antiguas y solitarias. Desde lo más alto se podían apreciar bonitos paisajes, menos el del norte que estaba ocupado por una horrible fábrica de cemento.
Dimos la vuelta a las ruinas. Yo con mis tacones apenas podía andar, esos se metían en todos los pequeños agujeros de la tierra, entre las piedras y las raíces de los arboles. Sin embargo eso no me estropeó la visita al mundo medieval.
Volvimos al coche y él se sentó en el asiento de atrás. Esa era la señal para empezar a trabajar. Me senté encima suyo separando las piernas, el levantó mi vestido y su cara de preocupada se convirtió en feliz.
—No llevas braguitas, ¡oh!, ¡qué buena eres!, ¡ah!, ¡oh!
—Es que hace calor —aparenté yo encontrar una escusa.
Sacó uno de mis pechos del vestido y empezó a acariciar el pezón con su lengua. Su mano subía de mi nalga hacia la espalda.
De repente un coche lleno de gente se acercó al nuestro. Espantados nos pusimos bien derechos sentados uno al lado del otro como si fuéramos dos niños traviesos regañados por su madre.
Del coche salió una familia con dos niños y todos fueron a ver las ruinas. Nosotros decidimos cambiar del lugar. Cogimos el coche y nos fuimos hacia el bosque. Esta vez intentamos encontrar un sitio mucho más solitario y abandonado. Siguiendo caminos de cabras entramos en lo más profundo del bosque y nos paramos cuando ya no había más camino entre los árboles. Apenas se podían abrir las puertas del coche para salir ya que las ramas de los pinos nos rodeaban por todos lados.
Contentos por haber encontrado un lugar perfecto salimos del coche. El olor a pino y el susurro del viento moviendo las hojas de los arboles crearon el atmosfera perfecto para pasar un rato.
Nos colocamos de pie al lado de un pino y seguimos con nuestro proceso. Yo con mi vestido en la cintura y los tacones puestos me apoyaba en el tronco de un árbol, mientras el sin pantalón pero en camiseta me penetraba por detrás.
Estaba a punto de correrse cuando un suave crujido interrumpió su marcha. Miramos los dos a la derecha desde donde venia el ruido y vimos un pequeño animalito rebuscando entre las hojas y las raíces. Tranquilizados suspiramos cuando de repente otro sonido mucho más fuerte nos hizo volver las cabezas a la izquierda.
¡Qué horror! Justo delante de nosotros apareció un hombre vestido con chaqueta y botas. Seguramente un cazador o un guardabosque o algo parecido. Tampoco nos quedamos quietos para averiguar a qué se dedicaba.
—¿Qué hacéis? —nos preguntó mas sorprendido que nosotros.
Sin contestar y muy asustados saltamos al coche en dos zancadas.
Mientras el Aventurero buscaba la llave yo gritaba como una loca:
—¿Arranca arranca! ¿A qué esperas?
—No sé donde está la llave.
Aguantando la puerta con las dos manos yo seguía gritando cuando vi que el Cazador riéndose levantó el pantalón de mi cliente del suelo y lo acercó a mi ventana. Del bolsillo se sobresalía la llave del coche.
El Aventurero tapándose la picha con la camiseta miraba al hombre horrorizado, mientras yo con terror en los ojos abrí un poco la puerta por la que el Cazador me pasó el pantalón. En cuanto lo pude coger cerré la puerta de un portazo tire el pantalón a mi cliente y grite otra vez:
—Venga tío arranca ya de una puta vez.
El coche arrancó y marcha atrás nos fuimos del sitio dejando ahí al Cazador riéndose de nosotros. A unos dos kilómetros de allí vistiéndonos en el coche en marcha ninguno de nosotros abría la boca. Ya ninguno tenía ganas de aventuras.

 

2 comentarios:

  1. podíais haber hecho un trio

    ResponderEliminar
  2. ¿Un trio? ¡Que imaginación más limitada! Yo tambien habría invitado a la orgía a la familia del coche y hasta el animalito que se cruzó por la derecha...ja ja ja.

    ResponderEliminar