sábado, 22 de noviembre de 2014

ERASE UNA VEZ


“Oye, me podrías mirar eso que te dije, me sigue doliendo” - ha dicho él con una naturalidad sorprendente y aunque no se le notaba nada, ella si se ha dado cuenta de su nerviosismo interior, y por supuesto ha entendido lo mucho que le ha costado decir eso.

“Claro, a ver que tienes ahí” – le dice ella mientras se ha puesto de rodillas ante el y le ha levantado suavemente, pero muy rápido, la camisa, como si fuera una enfermera absolutamente indiferente por el paciente. El se ha desatado el botón del tejano bajado la cremallera, dejando caer un poquito el pantalón para que ella pueda observar el punto provocador del daño.

Estando ella de rodillas observando la parte inferior derecha de su abdomen. “¿Es aquí?” – ha preguntado suavemente acercando los dedos a la piel. “Si aquí – en este punto” ha contestado el apretándose el sitio como si tuviera miedo de que ella lo haga antes.

Ella ha empezado palpar el abdomen suavemente pero muy segura y mirándole a la cara intentando averiguar donde le dolía exactamente y esperando la respuesta a sus movimientos. El en su cara mostraba todo menos dolor. Quizás miedo, vergüenza, excitación  y algo de tristeza. Ella ha bajado los ojos, lo que veía merecía cualquier cosa menos dolor y, como se les besa a los niños la rodilla cuando se hacen daño, le ha dado un beso donde ella creía que le podría doler.

El cuerpo de el de repente se ha quedado paralizado, notándose la tensión en todos los músculos. Ella ha levantado los ojos...., el parecía muy asustado, pero contento. Sin pensarlo mucho, ella ha vuelto a besarle, pero ya no eran besos inocentes…



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