“Oye, me podrías mirar eso que te
dije, me sigue doliendo” - ha dicho él con una naturalidad sorprendente y
aunque no se le notaba nada, ella si se ha dado cuenta de su nerviosismo
interior, y por supuesto ha entendido lo mucho que le ha costado decir eso.
“Claro, a ver que tienes ahí” – le
dice ella mientras se ha puesto de rodillas ante el y le ha levantado
suavemente, pero muy rápido, la camisa, como si fuera una enfermera
absolutamente indiferente por el paciente. El se ha desatado el botón del
tejano bajado la cremallera, dejando caer un poquito el pantalón para que ella
pueda observar el punto provocador del daño.
Estando ella de rodillas observando
la parte inferior derecha de su abdomen. “¿Es aquí?” – ha preguntado suavemente
acercando los dedos a la piel. “Si aquí – en este punto” ha contestado el
apretándose el sitio como si tuviera miedo de que ella lo haga antes.
Ella ha empezado palpar el abdomen suavemente
pero muy segura y mirándole a la cara intentando averiguar donde le dolía
exactamente y esperando la respuesta a sus movimientos. El en su cara mostraba
todo menos dolor. Quizás miedo, vergüenza, excitación y algo de tristeza. Ella ha bajado los ojos,
lo que veía merecía cualquier cosa menos dolor y, como se les besa a los niños
la rodilla cuando se hacen daño, le ha dado un beso donde ella creía que le
podría doler.
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