lunes, 17 de noviembre de 2014

HOY




Esta mañana me ha despertado el sonido de mi teléfono. Este sonido tan familiar que ya sin despertarse por completo, el cuerpo reacciona por si solo buscándolo y contestando la llamada. Con los ojos medio cerrados pude ver el nombre del cliente conocido. Encendí el interruptor de simpatía y comprensión en mi cerebro y conteste: “¿Hola, que tal? ¿Cómo estás?”
La respuesta fue la de siempre: “¿Bien, como lo tienes?” – “Bien, ¿20 minutos?” –“Si, 20, hasta ahora”
Exactamente la misma conversación con esas mismas palabras y esa misma persona se repite cada semana todos los viernes desde hace más de 2 años.
Parece increíble hasta qué punto nosotros los humanos somos animales de costumbre. Y algunos más que otros. Veo triste, muy triste llegar a vivir el sexo como una rutina semanal, siempre a la misma hora y siempre con la misma chica y siempre de la misma forma. Bueno los hay que lo viven peor todavía: dos veces al año: para el Cumpleaños y para la Semana Santa.
Pasados 20 minutos estaba en mi puerta. Como siempre su ropa era impecable, olía a buen perfume y sonreía. A pesar de su edad, yo diría 60 años o por ahí, conserva muy buen cuerpo y muy buena salud a excepción del corazón operado. 
Lo único que le falla realmente es su órgano sexual y es el resultado de la operación del corazón y las pastillas que tiene que tomar como consecuencia de ello. Pero bueno, a mí eso me da igual, incluso, quizás, lo prefiero.
Yo la verdad me rio mucho con los mensajitos que me mandan a diario los niños que apenas llegan a 20 añitos. Estos suelen pensar que nosotras las trabajadoras del sexo mataríamos por acostarnos con un chico guapo y joven. Pobrecitos como se equivocan.
La mayoría de las chicas están tan hartas del sexo que no quieren absolutamente nada y menos con un joven que no sabe ni manejar su propio cuerpo, ni tampoco sabe acariciar el de la mujer. Yo desde luego si he soñado alguna vez con el cuerpo masculino, este tenía al menos 40 años. Además poco me importa de verdad el cuerpo si las caricias que me hace no me gustan, y menos cuando me tratan como a un saco de patatas.
Bueno volviendo a mi cliente, este, a pesar de tener estos problemas en la cama, no deja nunca de ser agradable y cariñoso. Supongo que lo llevo aguantando tanto tiempo todos los viernes precisamente por su comportamiento en la cama. Quizás también ayuda su generosidad y su olor, o más bien su perfume.
Acabada la sesión dejó el dinero en la mesa como siempre, me dio un beso de despedida y se fue.
Mire la hora: eran las 12, me quedaba una hora y media para hacer los deberes de FOL, que por cierto odio a muerte.
A las 13.30 venia mi “novio”.




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