sábado, 20 de junio de 2015

EL GRANO EN EL CULO


—¡Ay! Aquí me duele algo —le dije a mi cliente intentando ver el punto provocador del daño. Como ese punto estaba en mi culo mis intentos acabaron sin resultado.
—Déjame ver que tienes ahí — me ofreció su ayuda al ver mis patéticos intentos de doblarme para acercar mis ojos a mi propio culo.
—¡Ay no! Me da vergüenza.
—Anda ya, trae el culo “pa ca” —dijo el firmemente encendiendo la luz.
Me puso a cuatro patas y apretó la espalda para ver mejor lo que tenía entre mis nalgas.
—¿A ver, donde?
—Ahí.
—Aquí tienes un agujero.
—Ya, cuando era zigoto tenía una cola y al nacer se me cayó, así que me quedé con el agujero.
—¿Qué eres un alíen o algo así?
—Eso, eso un alíen, pero eso no es, está un poco más abajo.
—A ver a ver, ah, aquí hay un granito chiquitito.
—¡Ay ay! No lo toques.
—Ya esta, se ha roto.
—¿Como que se ha roto, que le has hecho?
—Yo nada, el mismo se lo ha hecho. Anda dame una gasa o algo y el Betadine que te lo pongo.
—Ay, no sé, eso pica.
Le traje la gasa y el Betadine, pero sin estar muy convencida de que quería que me lo aplicara.
—Ven “pa ca” que te voy a curar.
—Ay, no sé, eso duele.
—Venga ya, no seas tan “quejona”.
Me apretó la gasa  en el punto dolorido suavemente y de repente un intenso dolor paralizó mi mente. Salté de la cama con gritos “Pica, pica, pica” intentando ventilar el culo, pero no se ventilaba.
Empecé a dar vueltas por el piso llorando y gritando: “como pica, como pica” y como el picor no se iba salí al balcón donde yo suponía que el aire seria más frio y quizás, me aliviaría el dolor. El cliente flipando igual de desnudo que yo me seguía. Nada más salir me encontré de cara con un bicho volador que atraído por las flores de mis plantas daba vueltas en el aire.
Con pánico intente escaparme de sus garras imaginarias y, al tropezar con la caja de azulejos que estaba en el medio me caí al suelo.
El cliente se partía de risa, sin embargo cogió el primer trapo que vio y dando vueltas en el aire con él me salvó del bicho que me atacaba.
Me tranquilice un poquito, mire el reloj, ya era la hora de ir al dentista. El cliente se ofreció a acompañarme.

—No sé el tiempo que voy a estar, me van a operar la encía que tienen que sacar no se qué cosa de ahí.
—Tranquila te espero —me dijo el amablemente mientras yo salía de su coche.
Pasada una hora con la cara completamente torcida por la anestesia salí yo al aire libre. El cliente me seguía esperando.
—¿Quieres un café o algo?
—Vale.
Sentados en la terraza de un bar nos reíamos de la aventura de aquella mañana mientras yo intentaba sorber mi café por el lado izquierdo de mi boca, el lado que no estaba afectado por la  anestesia. Las gotas del café se me caían a la blusa y yo maldecía al dentista y al bicho volador.
—¿Que te han dicho?
—Pues que los que me habían tocado la muela hace como 20 años me habían dejado ahí un trozo de herramienta y eso ha provocado una infección y no sé qué historia más y ahora no se puede arreglar, se tiene que sacar la muela.
—Menuda prostituta estás hecha con el culo y la cara averiados, ahora solo falta que te viniera la regla —comentó el cliente riéndose.
—Pues no te creas, lo mismo me viene esta tarde —conteste yo tristemente, sintiéndome más que  pobrecita. 


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