miércoles, 1 de julio de 2015

SIR BEECELOT


En el asiento trasero de la moto a 120 por hora iba yo hacia un pueblo desconocido a un evento extraño. Con un nudo en la garganta y los dedos de las manos clavados en los riñones de mi chofer pensaba yo si había sido una buena idea aceptar ese trabajo.
           El cliente se llamaba Harley por el nombre de la moto, claro. Hace tiempo que lo conocía y me propuso un viaje. Como su oferta era bastante atractiva obviamente la acepté. Lo que no me podía imaginar es que el viaje seria en moto, de noche y hacia un sitio sorpresa. Solo esperaba que el hotel fuera un hotel y no una tienda de campaña en medio de la nada.
          Después de unos 40 minutos de velocidad, viento y nervios entramos en Altafulla. El Harley buscaba un polígono industrial en concreto y preguntaba a la gente el camino. Al final llegamos allí. Desde lejos se podía oír música, luces y el ruido de los motores. “¡Oh, no!”, pensé yo, “¡Una fiesta de moteros!”.
Obviamente lo era. Un montón de gente con sus motos ocupaba un enorme descampado en la zona industrial. Un grupo de músicos en un escenario pequeño cantaba country. Vestidos con los típicos pañuelos, sombreros y botas de los cowboys unos veinte motoristas bailaban a ritmo de esa música.
“¿Qué es eso? ¡Qué espanto!”, pensaba yo mientras aparcábamos la moto. Por fin habíamos parado y yo me centré en intentar colocar mis glúteos en el sitio que les correspondía y en la forma lo mas redonda posible. Me quité el casco y en ese mismo instante un fuerte empujonazo casi me hizo caer al asfalto. Me di la vuelta y vi a un enorme gorila, calvo, con brazos tres veces más gordos que toda yo y completamente cubiertos por tatuajes de calaveras y cruces. Llevaba la chaqueta de cuero sin mangas desabrochada por debajo de la cual se veía el torso también lleno de la misma clase de imágenes.
—Ay perdona, me he equivocado, creía que eras otra persona —dijo el monstruo enseguida disculpándose. Intentó construir una sonrisa pero solo le salió una horrible mueca, la cual hizo su cara más siniestra todavía.
—Harley, ¿quién es esa chica? La he confundido con Lolita, jaja —gritó el gorila a mi cliente.
“Por favor, no me digas que son amigos”. El Harley por muy motorista que fuera, era una cosita diminuta y muy delgadita, no tenía ni un solo tatuaje en el cuerpo y trabajaba de contable en una oficina de Cornella. Lo único que podría hacerte sospechar de su vida fuera de lo normal era el pequeño pendiente que llevaba en la oreja cuando venía a verme. Además era tan cariñoso en la cama que no podía imaginarlo en compañía de ese Godzilla ni en sueños.
—Es Alicia, una amiga rusa, ten cuidado con ella que tiene muy mala leche y dientes afilados —comentó el Harley, lo cual le agradecí con la mirada.
—Ah, ya, venga vamos pa ya, que os estáis perdiendo lo mejor —nos llamo el gigante a unirse con el resto de la gente.
Vestida de cuero con el casco en la mano y la chaqueta en la otra me arrastraba hacia la muchedumbre sudada y borracha con la “enorme” ilusión. El Harley en compañía de Garry (el gorila) fue a saludar a todos sus amigos por el recinto dejándome con la botella de cerveza entre un montón de motos.
Aburrida y sin saber que hacer empecé a chafardear. Las motos la verdad eran preciosas. Todas eran grandes, negras, algunas tenían dibujos muy elaborados, otras eran más sencillas, pero con clase. Me llamó atención una moto que estaba un poco apartada. Tenía algo en la parte trasera, algo sentado y con orejas. Me acerqué y vi un pobrecito osito de peluche atado al asiento. El osito tenía pinta de tener como 40 años, haber pasado por toda clase de aventuras con su dueño e incluso a lo mejor haber sobrevivido varios accidentes. Me senté al lado suyo y desde ahí fui observando a la gente.
Las que más me sorprendían eran las mujeres motoristas. La mayoría de ellas eran muy bastas y se comportaban como marimachos. Muchas de ellas ya habían pasado los 50, sin embargo seguían llevando la vida de alcohol, droga y rock-n-roll.
Al acabar mi botella me despedí del osito pensando que este tendría muchas historias para contarme y fui a buscar a mi Harley. Le encontré en compañía del mismo gorila Garry, el cual estaba contando una historia.
—Ya ves, el pobre Sir Beecelot, lo que sufrió. Le lleve yo mismo al hospital para que le pongan otra vez la pierna en su sitio.
El Harley se estaba partiendo de risa lo cual yo no entendía en absoluto. Si se lleva a alguien con ese extraño nombre a un hospital no es que sea muy divertido.
—El Garry nos está contando la historia de su última caída de moto —dijo Harley sonriendo. —Cuéntaselo otra vez para que Alicia se entere.
El Garry no se hizo suplicar.
—Pues eso, iba yo por la nacional y entonces un camión se sale del carril y directamente hacia mí. Yo intento esquivarlo y se me cae la moto y doy un montón de vueltas por la arena, pero el pobre Sir Beecelot que iba en asiento de atrás se quedo allí y paso justo por debajo del camión. Así que acabó en hospital medio muerto.
—¡Qué horror y que peligro! ¿Y ahora como esta? —me preocupé por alguien completamente desconocido.
—Ahora está bien, si quieres te lo presento.
—Ah, ok —dije yo sin ningún entusiasmo.
Nos fuimos los tres en búsqueda del tal Sir y empezamos a dar las vueltas entre las motos y la gente.
—Tiene que estar por aquí. Ahora lo encontramos  —decía el Garry.
Yo simplemente le seguía callada y con otra botella de cerveza en la mano.
—Ah, aquí esta —por fin dijo el Garry y señaló a la moto donde estaba sentado mi amigo osito.
—Sir Beecelot le presento a Alicia, que es rusa y tiene dientes, así que cuidado —dijo al Garry al osito.
Yo me quede boquiabierta. “¿En serio? ¿Sir Beecelot? No me lo podía creer. El Garry, ese monstruo con pinta de sicario tenia de compañero de viaje a un osito de peluche llamado Sir Beecelot.
Garry cogió a su peluche, lo abrazo con sus enormes manos y empezó a darle besitos y acariciarle. Harley se reía y yo no sabía dónde meter mi cara para no explotar de la risa delante de ese hombre tan horrible y tan cariñoso con su osito.
Pasadas las tres de la noche por fin llegamos al hotel, que era de tres estrellas y tenía una cama muy cómoda. Yo estaba deshecha y después de ducharme me tumbe en la cama y deje que el Harley hiciese todo el trabajo. Mientras tanto medio dormida soñaba con las aventuras del Sir Beecelot y su particular Godzilla.



 

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