Poco a poco el local se iba quedando vacio, los últimos clientes medio
borrachos y con ojos vidriosos abandonaban La Fabrica. No eran los mejores servicios, si aguantabas hasta
las cinco era a un precio terrible, especialmente si habías bebido demasiado y
encima tenias que aguantar a algunos que apestaban a alcohol, tabaco, sudor y a
veces a algo más.
Ese era el final de la jornada: un espacio que se
veía triste y medio vacio, con caras de cansancio o aburrimiento. Las chicas
calculando como había ido la noche y con muchisimas ganas
de arrancarnos la poca ropa que llevábamos puesta, ducharnos, comer algo y
meternos en la cama para dormir, sobre todo para dormir.
Por fin se encendian las luces y nos ibamos a nuestras habitaciones. Algunas todavia estaban ocupadas con clientes tardios y las chicas que vivian ahi estaban condenadas a esperar mediahora mas para poder entrar en sus habitaciones. Mientras tanto ibamos a la cocina a desayunar leche con galletas, algunas de las chicas comian huevos y salchichas, pero yo la verdad no tenia nunca apetito a esta hora.
En cuanto tenia la llave, agotada,
con los zapatos en las manos casi corría a mi
habitación a ducharme, a sacarme las horas de trabajo, a borrar las marcas de
mil manos sobre mi piel… ese era mi sueño para antes de estirarme en la cama y
soñar de verdad.
Así cada madrugada y, cada vez antes de meterme en la
cama se me acercaba uno de los guardias de seguridad para darme un suave beso en la
frente. El beso de alguien que te cuida y que te acompaña al lado de los sueños
tranquilos. Estaria enamorado de mi, pero nunca me lo dijo...
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