miércoles, 14 de enero de 2015

NO ERA GAY

Recuerdo una vez que uno me dijo que era gay porque creía que así tendría una relación conmigo diferente de la de que tenía con otros clientes, pero se equivocaba y mucho. Vamos si uno es gay no tiene mucha gracia llevarlo a los probadores de ropa como hice con él, para que te vea como te cambias el pantalón o un jersey. Esa es la salsa de la vida: provocar los deseos, sabiendo que lo haces y después escuchar  cómo se sentía la persona que los tenía, así comparando la predicción con la resolución.
“Vamos, entra conmigo”, lo invitaba cada vez que cogía una prenda nueva y mientras me sacaba la ropa que llevaba puesta y me ponía la otra lo iba mirando de reojo. Se contenía mientras sostenía la ropa que me había quitado, se movía nervioso, pero aguantaba el tipo.
Era como un corderito que iba siguiendo a su pastorcilla entre aparadores y colgadores de ropa, pasando su vista de lo que yo iba cogiendo a mi cara y mi cuerpo.
No era gay, eso seguro.

No sé que es más placentero de verdad saber lo que haces, hacerlo o escuchar sobre lo que has hecho.

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