Desde
siempre me han encantado los franceses, será por el idioma tan bonito que
tienen o por la fama de ser Don Juanes, no sé.
El
caballero en cuestión era francés en todos los sentidos y eso le proporcionaba
un plus en su valoración. La desventaja era que yo no podía entenderle, lo que
sin embargo no impidió que subiésemos a una habitación de aquel club juntos. Ya
dentro empecé a desnudarme pero él me interrumpió, dijo que no hacía falta o
algo así entendí yo. Me quede ahí, quieta en el medio de la habitación esperando
a ver que sería lo siguiente y eso prometía. El caballero se desnudo, se puso
de rodillas sobre el suelo y con señales me dio entender que me sentara en su
espalda. Ahí empezó la diversión, pase media hora cabalgando sobre el tío
desnudo y recorriendo la habitación, dándole con los tacones contra las piernas
y estirándole de los pelos. El era un caballo excelente, obedeciendo a cada
ligero movimiento de mis manos y de mis pies.
Cuando
acabo el tiempo el tenia las rodillas sangrando, me agradeció el rato tan
agradable que según el paso conmigo, me pago y nos fuimos abajo.
A la mañana siguiente la mujer de limpieza me pregunto sobre qué
es lo que hacía yo con los hombres para que emitiesen los ruidos diabólicos que
se habían escuchado aquella noche en la habitación que ocupamos. Le comente que
no eran diabólicos sino que había estado montando a caballo, y que éste quizás
estaba un poco resfriado.
Esa anécdota me gustó, tiene ritmo. Me sirvió de contrapunto a una otra que me contó una también rusa, sobre un tío que la hizo tumbar en el suelo desnuda mientras él bailaba frenéticamente a su alrededor en un ritual casi diabólico. (Kronopius)
ResponderEliminarHabria dado para una buena historia
ResponderEliminarSi, ellas tienen las mejores historias, por eso me gustan (K)
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