Lo
conocí un martes. Alto y con rasgos atractivos
se veía completamente dejado y
con la mirada perdida aparentando unos
40 años. Tarde un poco en acercarme, esperaba una señal. Cuando levanto la
mirada y la sostuvo un rato en mis caderas. Pensé: “Perfecto” y me acerque.
-Hola,
¿qué tal? – Me dirigí a él con la habitual enorme sonrisa que me provocaba
dolor en las mejillas.
-¿Cómo
te llamas? – me contesto sin levantar la mirada.
-Alicia
– Le conteste esperando la tan frecuente estrategia masculina para
deshacerse amablemente de la chica
-¿Cuánto
vale? – me sorprendió la pregunta
-120
la hora – conteste rápidamente y sin dudarlo
-¿Vamos?
– me pregunto y en este instante levanto la mirada. Sus ojos brillaban y
chispeaban con picardía y alegría. Todo
su rostro parecía diferente, incluso su cuerpo
Me
sorprendí del cambio y lo arrastre hacia la puerta de la habitación sin decir
ni una sola palabra. Una vez dentro me dijo:
-“No
te desnudes”.
-“¿Porque?” – le conteste y pensé para mi “¡O no!,
otra vez uno de esos pervertidos.
A ver que inventa este”.
-“No
hace falta” - me dijo - “no vamos a hacer nada, solo quiero hablar”.
-
“Joder, aquí empieza la comida de coco, a ver cuánto aguanto” – pensé.
-“No
te importa, ¿no?” – me pregunto.
-“No”
– le conteste, pero claro que me
importaba.
-“Es
que estoy chiflado” – me dijo. Puse cara sorprendida y pregunte:
-“¿Y
eso?”.- aunque no le hacía falta decirme nada que yo ya no supiera. Tenía bien claro que ese
era uno de los chiflados que venían al puticlub y contaban las historias de sus
vidas a las putas. Lo que no era muy habitual es que pagasen por ello y además
el precio tan elevado.
Como
ya me lo esperaba empezó a explicarme todo lo que creía importante de su vida
con todo lujo de pequeños detalles y matices. Yo me estire cómodamente en la
cama y puse la cara de psicóloga-experta
intentando prestar atención a las chorradas que me contaba para de vez en
cuando hacer alguna pregunta o comentar algo para que pareciera que me
interesaba muchísimo su vida y sus problemas.
Pasada
la hora tenia bien claro que el hombre realmente tenía problemas psicológicos,
pero también era divertido, inteligente y educado. Sus historias no eran muy
diferentes de las historias de otros chiflados pero el sabia expresarlas de una
manera especial y me confundía con
expresiones anticuadas o extrañas, me sorprendía con soluciones extraordinarias o modos de ver las cosas completamente
distintos a los habituales.
Cuando
bajamos a la recepción se despidió:
-“Hasta
el martes”.- Me dijo.
-“Hasta
cuando quieras”.- Le conteste. Después pensé “¿Hasta el martes?. ¿Volverá otro
martes?. No creo”
Buenas tardes: tú historia es buena, algo extraña, y fuera de lo normal, pero tienes un talento en la escritura...Espero que puedas crear un libro!!
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