lunes, 29 de diciembre de 2014

DESPEDIDA

- “Eres un cabrón” - grito casi llorando, cogió el bolso, abrió la puerta y salió al pasillo dejando tras de sí una sombra de furia con perfume y brillo.
Pero no se fue lejos. Al salir del edificio delante del primer banco que encontró se sentó, encendió un cigarrillo, aspiro el humo. Sus ideas saltaban de un lado a otro, sin concretarse en nada, sin llegar a ninguna parte.
- “¿Qué hacer?, ¿a dónde ir?, ¿que gano con esto y con lo otro?” .
Intentaba tranquilizarse y pensar razonablemente. Sabía que encontraría la solución que solo necesitaba tiempo. Levanto la mirada, delante suyo estaba aparcado el coche del Ayuntamiento, el coche que él conducía cuando iba a trabajar.
-“Tengo las llaves?”- Pensó, afirmando- “Si, las tengo, en el bolso”.- las encontró rebuscando.- ”Voy a dar una vuelta.”- Se decidió.
Cogió el coche y arranco. Sabía a donde iba. Allí en lo alto de la montaña donde se sentía libre, y con fuerzas para poder hacer todo lo que quería y llegar a donde deseaba.
En 15 minutos llego a la cima. Como siempre el anochecer era precioso. El sol enrojecía el apenas oscurecido azul del cielo por el oeste, mientras que por el este el cielo ya estaba invadido por el verde marino y el amarillo de la luna. El aire, ese aire por el que ella cada vez venia a esta montaña, llenaba sus pulmones de vida y libertad.
La respuesta no tardo en llegar. Tenía bastante claro a donde iba y lo que quería, solo faltaban los detalles.
- “Lo importante ya estaba hecho. Por los detalles improvisare”- pensó.

La solución era razonable, lógica, pacifica, y como siempre muy bien calculada. Por la mañana volvería a hablar con él y, entonces le ofrecería una opción neutral o la menos perjudicial para los ambos. Así ganaría un mes de tiempo, un tiempo precioso y necesario para prepararse y volver ahí donde siempre estaba, adonde pertenecía - a su mundo de espectáculo, sexo, alcohol, intrigas, mentiras, y envidias. 


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