Estaba ahí
delante mío, mientras tomábamos café después de haber acabado con el trabajo en
la escuela y antes de que me acompañase a casa.
Mi teléfono
corto lo que me estaba explicando y mientras yo hablaba el me iba mirando con
cara inexpresiva.
-Si, claro
que si.- Respondí al cliente que me preguntaba si podía ir a su hotel.
-Ahora, en
15 minutos estoy ahí….. si, 120. Vale, voy.- Mire a mi acompañante sonriéndole.
-¿Verdad que
me llevaras al Campanille?, esta aquí cerca y me ha salido un trabajo para ya.-
No le daba muchas alternativas.
-Bueno,… si,
si…. Pero ¿te tratara bien?.- Que tonto, que pregunta, como si esa vez fuera diferente de
muchas otras.
-No digas
tonterías, ¿Qué quieres que me pase?.- Fui bastante brusca en la respuesta.
-¡Pobrecita!
Es terrible que tengas que hacer esto. Solo imaginar que algún cerdo pueda tocar ese cuerpecito tan frágil y delicado. - Su cara era un poema…. Pena, horror,
que se yo, pero me dio mal rollo.
-No seas
tonto, va, llévame que no pasa nada.
Se levando
para pagar los cafés y, si, me llevo al hotel aunque durante todo el viaje no
paro de compadecerme, y casi poniéndose a llorar.
-No seas
tonto que no pasa nada.- Me despedí de él cuando me dejo ante la puerta del hotel.
Más tarde,
cuando ya estaba en casa me envió un mensaje volviendo a insistir en lo
terrible de mi situación.
-¿Estas
bien?, ¿no te han hecho daño?. Me he quedado muy mal cuando te he dejado. Pobrecita. -No
pude mas, me hizo enfadar.
-Anda ya. Pobrecito tú. Tranquilizate y vete a dormir - Le envié
el mensaje y cerré el teléfono.
Al día
siguiente cuando volvió a encontrarse conmigo para tomar café andaba casi llorando.
-Estoy
fatal. Yo solo estaba preocupado por ti y tú me has machacado. ¿Por qué?.- Fue
su presentación.
-¡Ay!,
pobrecito. Jaja. Anda pide ya los cafés.
No hay comentarios:
Publicar un comentario