viernes, 17 de abril de 2015

INTROMISION

Tener una hija es una gran alegría, pero también supone muchos problemas y complicaciones. Uno de los inconvenientes es que tienes que tener a alguien que te la cuide y si no tienes ni familia ni amigos te ves obligada a contratar una niñera, que no siempre es perfecta y su marido menos todavía.
Los dos tienen llave de mi casa para poder venir cuando les venga bien sea para preparar la cena, poner la lavadora o cualquier otra cosa. Eso si cada vez que vienen  tienen que avisar para no interrumpirme mi trabajo. Pero un día...

Recuerdo a aquel hombre de más de 50 años, tímido, asustado. Me cuesta imaginar lo que le debió costar buscar el anuncio por internet y llamar al final para quedar conmigo. Fueron tres semanas o más las que tardo en encontrarse conmigo tras la primera llamada y en ese tiempo me explico, siempre por teléfono, unas cuantas cosas sobre él y su vida.
Nunca había tenido una novia en condiciones, si que había tenido una a sus 20 años y todo lo que había hecho con ella era darse un pecaminoso beso. El y su familia vinieron del pueblo a la gran ciudad cuando sus padres eran jóvenes. Ahora que sus padres  estaban muertos vivía en el piso que había sido de ellos con su hermana gemela. Como me reí cuando me explico que ella se duchaba vestida para no verse su propio cuerpo. No sé como aguanté tantas llamadas, pero lo cierto es que en cada una de ellas me sorprendía con su historia, con cosas que me parecían increíbles.
El caso es que al final me pidió conocernos antes de acostarnos. Quedamos en un café y fue fácil reconocerlo sentado en una mesa un poco apartada, mirando a un lado y a otro, bien nervioso. Lo mire fijamente hasta que cruzó su mirada con la mía y la bajó rápidamente clavándola en la mesa, en el vaso de vino que se estaba tomando.
-Hola - Le dije acercándome y sonriéndole, forzándolo a levantar la vista.
-¿Alicia? - Casi era un susurro, le temblaba la voz y las manos.
-Si - Me senté a su lado y empezamos a hablar sin entrar en el tema de sexo. Me volvió a explicar casi de manera inaudible que nunca había estado con una mujer y que con más de 50 años tenía que probarlo. Al final lo convencí para que viniera a mi casa y que allí los dos tranquilos lo pasaríamos bien, bueno lo convencí para que ese fuera nuestro próximo encuentro.
Lo cierto es que llegue a pensar que no vendría, pero realmente tenía ganas, las suficientes como para vencer todos sus temores y al día siguiente me llamó para venir a verme en cinco minutos. Pasó casi una hora y no llegaba. Salí al balcón a fumarme un cigarrillo y lo vi en el extremo de la calle paseando de un lado al otro y lanzando miradas al portal de mi apartamento. No entendía nada, me vestí y bajé a buscarle.
- Hola, ¿Qué pasa?.- Le pregunte cuando llegue hasta el. Me miraba con los ojos abiertos, temblaba, se frotaba las manos y señalaba hacia mi portal.
- Está lleno de gente, no hacen más que entrar y salir - murmuró el.
En el portal los vecinos estaban haciendo una mudanza y tenían el camión justo delante de la puerta.
- Claro, están de mudanza - conteste flipando - Vamos,… ven - Lo cogí del brazo y casi lo arrastre hacia mi casa. Me costó sortear a los de la mudanza mas por la risa que me estaba aguantando que por otra cosa.
Ya en el apartamento lo lleve a la habitación y sin darle la oportunidad de reaccionar empecé a desnudarlo. El no dejaba de temblar y al ver mi cuerpo desnudo en la penumbra desviaba la mirada o casi cerraba los ojos. La música de la tablet y las velas perfumadas me ayudaron a relajarle. Lo estire en la cama haciéndole unos masajes con aceites, recorriendo todo su cuerpo de arriba abajo... 
De repente se abrió la puerta de la habitación y apareció el marido de la niñera.
- Hol…..- Se quedo mudo mirando la escena
- El teléfono...- Balbuceo.
El hombre salto de la cama como si viera una serpiente, estaba dando vueltas intentando taparse con algo, pero lo único que encontró fueron mis braguitas rojas con las que intentaba tapar su pene levantado y a la vez las nalgas. Y así dando vueltas al final acabo en el suelo sentado con mis braguitas tapando su pene.
El niñero seguía ahí con la boca abierta…- Perdón, perdón…- Era todo lo que decía sin moverse de la puerta mientras en cliente se ponía mis bragas.
- Eso no, tranquilo, no pasa nada - Le decía entre enfadada y muerta de risa.
No me hizo caso y continuo con su anárquica forma de vestirse intentado meter sus piernas en las mangas de su camisa como si fueran los pantalones…. No sé como logro acabar de vestirse y sin sacarse mis bragas con lentejuelas brillantes.
El otro tonto seguía clavado en la puerta diciendo no se que sobre su teléfono y el cliente se movía de un lado a otro sin saber cómo escapar de la habitación.
-¡Que te pasa tío!, ¡sal de ahí capullo!.- Le grite al niñero.
Y en ese momento de duda, de retroceso hacia afuera el cliente salto hacia delante, le empujo y corrió hacia la puerta de la calle sin atar los cordones de los zapatos y con mis braguitas rojas puestas bajo el pantalón desabrochado.

Nunca más llamo, no le habrá gustado, digo yo...





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