domingo, 26 de abril de 2015

EL MASAJISTA

- En todo momento tienes que mantener el contacto físico con la persona a la que le haces un masaje - Me decía mientras me iba tocando suavemente los deditos de los pies.
Era de profesión desconocida, ademas ya estaba jubilado, pero su verdadera vocación era claramente ser masajista. Le encantaba hacer masajes, fuera a hombres o mujeres, jóvenes o viejos, gordos o delgados, feos o guapos, pero como la mayoría de los hombres prefería el cuerpo joven y bonito de una mujer.
Decía que mi piel era excepcionalmente suave, al punto que el simple hecho de acercar sus dedos hacia esta sin ni siquiera llegar a tocarla le hacia sentirse en el paraíso.
Acerco la tira de incienso sin dejar en ningún momento de tocar mi piel fuera con sus manos o con otras partes de su cuerpo. El olor placenteramente asfixiante en conjunto con el tacto suave de sus manos sobre mi piel y la música relajante de su iPad creaban extrañas y hermosas formas de colores en mi cabeza.
Sus manos anchas y suaves se desplazaban firmemente deslizándose sobre el aceite. Subieron desde los pies pasando por los muslos, las nalgas y la espalda antes de voltearme delicadamente para acabar con masajes circulares sobre mis pechos sin llegar a tocar los pezones. 
Con cada nuevo movimiento mi excitación aumentaba hasta que inesperadamente llego la explosión de todas las sensaciones: el orgasmo.
Me quede atontada en la cama mirando al masajista con  cara de "lo siento" por una reacción no prevista.
El masajista me miro sonriendo, se vistió, dejo el dinero en la mesilla de noche y se fue.
Yo me quede estirada en la cama pensando: "¿Por que me ha pagado si no he hecho nada?"



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