Iba corriendo por la
jungla. La tierra suave con abundante vegetación me acariciaba los pies. Las
raíces de los árboles que sobresalían de la tierra eran obstáculos divertidos y
fáciles de saltar. Los rayos del sol atravesando las hojas de gigantescas
palmeras iluminaban de vez en cuando la tierra y mi cuerpo, lo cual alegraba
aun más mi rápido viaje a través de la selva. A donde iba con tanta prisa y de
donde venia no lo sabía ni me importaba lo más mínimo. Solo sentía el placer
del movimiento de mis músculos, el aire cálido y húmedo y las imágenes del
maravilloso lugar que iba atravesando.
De repente me di cuenta
de que no Estaba haciendo deporte en la jungla sino que escapaba de alguien. Súbitamente
la alegría se esfumó y sentí una profunda sensación de preocupación e
inquietud.
Y entonces le vi: el
brillante y bronceado cuerpo de un hombre salvaje iluminado por los rayos del
sol. Estaba buscándome entre los árboles. Salté hacia profundidad de la vegetación
y me tumbé en la tierra. Pasó justo delante mío, paro un momento escuchando los
sonidos de la jungla. Pero todo estaba en silencio. Sus músculos eran
perfectos, me excitaban solo de verlos aun a lo lejos, cada curva de su cuerpo
provocaba la extraña sensación de necesidad de estar cerca de él. Sin embargo
la razón podía con la primitiva llamada de la naturaleza. Esperé a que se alejara
y cogí el rumbo hacia arriba – a la montaña. No sabía porque huía, pero sabía
que tenía que hacerlo.
Supongo que me iban a
comer después de hacerme a la barbacoa o quizás me iban a casar con el más
viejo y sabio del pueblo. No me acordaba y la verdad no me quería acordar. Pero
la imagen de ese cuerpo perfecto no se me iba de la cabeza y seguía sintiendo
la fatal atracción hacia él, lo cual desde luego no era bueno.
Corría y corría, subía
montaña arriba entre los árboles y lianas, esquivando bichos varios que
aparecían en mi camino y asustados tropezaban y caían justo debajo de mis pies.
Los pájaros y monos parecían saber a dónde iba y me acompañaban volando y
saltando encima de mi cabeza.
Paré en un claro un
segundo para orientarme. Todo parecía estar tranquilo cuando de repente dos fuertes
brazos me empujaron sin delicadeza hacia una piedra enorme y cálida en el medio
del claro. No veía a mi atacante, pero sentía su pene entre mis nalgas. De
repente me di cuenta que estaba completamente desnuda con la excepción de la
ridícula falda hecha de hojas de palmera que se mantenía todavía en mi cintura.
El pene del atacante se deslizaba suavemente entre mis nalgas mojándome con su
flujo más y más. Sentí el insoportable deseo de ser penetrada por él. Mis
nalgas subieron por si solas, la espalda se doblo creando una forma atractiva
de media luna y todo mi ser se preparo para el supuesto placer. El silencio
predecía el comienzo de la tormenta, pero no paso nada.
Esperando y sin menguar
ni lo mas mínimo el deseo seguía yo tumbada sobre la piedra cálida en el medio
de la jungla. El suave sonido de las pisadas llamó mi atención y entonces vi
pies rodeándome, muchos pies que se acercaban más y más. Pensé: “Vaya, ahora
viene toda la tribu, al menos parece que me follaran antes de comerme, lo mismo
será placentero y todo”. Empecé a reírme de mis propios pensamientos. Y me
desperté.
“Que rollo”, pensé
primero, “vaya sueño”. Pero enseguida me arrepentí de haberme despertado,
intenté reconciliar el sueño, pero mi tribu ya se había ido, solo se quedó la
piedra en el medio del claro y unas vistas preciosas hacia la selva. “Al menos
disfrutaré del paisaje”, pensé yo. Doble mi falda de hojas y me senté en la
piedra a despertarme tranquilamente con los primeros rayos del sol que entraban
por la ventana de mi habitación a través de las enormes hojas de las palmeras.
me meteré en tus sueños y con mi enorme pene te dejare satisfecha
ResponderEliminar¡Yo quiero ser ese tío!
ResponderEliminarCreo que todos tus clientes nos presentamos voluntarios para formar esa "tribu" que cumpla tus deseos
ResponderEliminarMe estoy entrenando para correr desnudo detras tuyo por la selva
ResponderEliminarPues tened cuidado no se os enrede vuestras enormes pollas con alguna zarza o peor aun, que una boa constrictor la confunda con una sonrosada hembra.
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